Eliges un coche porque te permite avanzar y llegar a un sitio en un tiempo determinado con un nivel de comodidad.
Pero también puede ocurrir que la distancia a recorrer entre A y B con un auto te suponga quedar atrapado en algún atasco, gastar gasolina o perder tiempo en buscar aparcamiento.
Correr. Frenar. Coger el coche. Ir andando. Estar en pareja. Quedarse solo. Un juego de elección. De equilibrio, supongo.
Usemos la metáfora del coche para hablar de relaciones. Pongamos que estás preparada para mantener una relación. Que estás abierta a compartirTE. No desde la necesidad de buscar a otro con quién estar o sentirte tú bien sino desde el deseo de seguir desarrollándote al lado de alguien, con quien compartes intimidad, gustos, salidas, convivencia, whatever.
Ahora bien… ¿te has preguntado alguna vez cómo quieres que sea esa persona? ¿Te has planteado cuáles son las características del coche que quieres comprar?
Yo sí. Y mira, como hoy estoy de humor, la voy a compartir contigo 🙂 Lista a día de hoy, 20/12/2020 porque, como imaginaréis, esto es una cosa cíclica, no estanca, que varía con el tiempo, en función de cómo vamos creciendo y desarrollándonos. Pero bien, a día de hoy mi lista incluiría estos ingredientes:
- Atracción
- Admiración
- Inteligencia emocional
- Autoestima
- Sinceridad
- Afecto
- Educación
- Sabiduría
- Aventura
- Detalles
- Disciplina
- Compartir humor
- Lealtad
- Equilibrio
- Mentalidad abierta
- Vida saludable
- Vidas compatibles (trabajo, horarios)
- Busca crecer y desarrollarse
- Trato especial
Esta es mi particular lista de la compra. Y, aunque pueda verse como que estoy “cosificando”, creo que así debe hacerse. Diseñar listas ayuda a no perderse, a asegurarse de no olvidarse nada cuando uno va a comprar. Porque si está en la lista, es porque es importante para ti. Porque es ingrediente esencial para hacer esa lasaña o ese postre que tienes en mente.
Y ojo, que esté en la lista con un nombre en concreto no significa que no podamos tirar de sucedáneos. A veces vas al mercadona y no queda queso cheddar pero sí gruyere. Y te vale. Con esto de los atributos pasa lo mismo… Existen sinónimos, sucedáneos.
Quizás estoy buscando alguien “carismático” pero acepto “que me haga reír a mí” aunque no sea el humorista de turno que yo tenía en mente.
A lo mejor, entre la lista de los 20 atributos que has elegido, hay uno de ellos que la persona no cumple. Aquí deberías preguntarte: ¿puede compensar con todo lo demás? ¿es tan importante para mí de forma que se lo puedo expresar para que lleguemos a un intermedio y busquemos la manera de acercarnos a eso?
No sé, supongo que se trata de relativizar. Sin dejar de orientarse con el listado y sin hacer demasiados renuncios que comprometan, a largo plazo, tu bienestar o felicidad.
De hecho creo que la mayor fuente de nuestros problemas viene precisamente por eso, por evitarnos pensar, escribir y hacer listados. Lo que no se apunta, se olvida.
Y a menudo nuestros quebraderos de cabeza vienen por decidir bajo los efectos del enamoramiento, algo tremendamente arriesgado. ¿Por qué? Porque no ves a la persona como es en realidad, sino más bien como te la imaginas. En la fase de cortejo todos mostramos nuestra mejor versión para causar una buena impresión en el otro. Aunque no seamos del todo conscientes, hacemos y decimos con el objetivo de gustar y convencer al otro.
Minimizamos y quitamos importancia a algunos aspectos que, en situaciones reales de NO enamoramiento, sí serían importantes para nosotros: actitudes, cualidades, olores, reacciones…
Pero el día que esa fase de enamoramiento se diluye (ocurre, por si no lo sabías) y ves las cosas como realmente son, ahí, te das cuenta de que igual hiciste una elección equivocada.
¿A partir de aquí qué opciones te quedan? Salir corriendo o quedar atrapados en el “ya cambiará”, “ya lo cambiaré”. Pocos salen corriendo. Muchos quedan atrapados en este discurso del cambio.
Creo que la prisa por comenzar relaciones y “formalizar” las cosas nos lleva a cometer muchos errores. Si fuésemos más cautos, analizaríamos cada cita, cada encuentro, cada sorpresa y cada decepción.
Y apuntarlas en un papel. “Hoy hemos ido a cenar y no me ha invitado. Y para mí es un valor muy importante que me invite”. “Ayer fuimos a tomar algo y habló despectivamente al camarero”. “Hemos ido a comer en casa de mis padres y no ha hecho ningún intento de recoger los platos de la mesa. Ha ido a mesa puesta y para mí es importante la colaboración”.
Estos comentarios que estoy escribiendo no tienen nada de ridículos. Son cosas de la vida cotidiana, del día a día. Cuando nos estamos conociendo, lo pasamos por alto y tendemos a minimizarlos pero, si para nosotros son importantes, deberíamos ponerlos sobre la mesa cuanto antes.
Si para ti el orden y la limpieza son muy importantes y, al principio de la relación, te pasas recogiendo lo que el otro deja por medio, tarde o temprano y cuando esa fase de enamoramiento se diluya, acabarás explotando. Porque para ti SÍ es un valor importante, que te hace sentir en paz y armonía.
¿Qué pasará? Que como no lo dejaste claro desde el principio, la otra persona se sorprenderá al ver que ahora estallas contra él porque es muy desordenado cuando antes recogías sus cosas sin más, sin rechistar. Conclusión: tener claro lo que buscamos y hacérselo saber a los demás. Evitemos confusiones.
Compartir valores es fundamental. De ser así, nuestra relación será fácil y fluida. De lo contrario, ¿qué sentido tiene perder el tiempo tratando de convencer a la otra persona o explicarle cosas que para nosotros son muy básicas? Si esto no se da, NEXT, ahí no es. Esto te servirá para darte cuenta de que tienes que seguir filtrando.
Y, por último, y algo que comentaba en mi último episodio del podcast: uno de los grandes errores que cometemos, queridas amigas, es que no elegimos a nuestras parejas, ellas nos eligen.
Típica situación: conoces a alguien. De primeras no te fijas en él. Pero él sí se fija en ti. Empieza el cortejo. Y claro, ¿a quién le amarga un dulce? Empezamos a sentirnos “vistas por alguien”. De repente nos dicen cosas bonitas, nos regalan los oídos, tienen detalles, nos invitan, nos van a buscar, nos proponen planes… Whatever.
¿Qué ocurre? Que después de hacerte sentir “visible”, tú también empiezas a verlo a él. Te preguntas: “¿y por qué no? Tampoco está tan mal…”
¿Te has dicho alguna vez eso de… “Lo gracioso es que a mí ni siquiera me gustaba. Fue él quien insistió, quien me escribía, me llamaba… Hasta que, al final, acepté y empezamos a salir”.
Aquí pueden darse varias cosas. Obviamente el físico no lo es todo y una persona, mostrando interés por nosotras y teniendo detalles, puede conseguir nuestra atención y que empecemos a fijarnos en él y conceder oportunidades.
Ahora bien… Si después de ese “curro” que hay detrás, seguimos viendo cosas que no acaban de encajar, no nos quedemos con él sólo por las migajas de cariño o atención que nos esté brindando.
Si no le admiramos, si realmente hay otras cosas que nos sacan de quicio o no compartimos valores comunes, no decidamos que ya nos va bien simplemente porque muestre interés por nosotras. Porque lo que ocurre es que, a medida que nos conocemos, puede ser que cada vez nos demos cuenta de que nos gusta menos y luego no sabemos cómo salir de ahí.
Seamos conscientes. Sé que el “enamoramiento” ciega pero hay que tratar de poner un poco de perspectiva al asunto. El amor no surge del corazón, el amor tiene que ver con el cerebro y, como tal, se puede racionalizar. Podemos pensar. Observar. Analizar. Revisar. Contrastar. Y decidir. Evitemos ir dejando pasar las cosas. Porque llegará un día en que se acumularán y acabaremos normalizando cosas que nos hacen sentir mal, nos chupan la energía y nos impiden estar al 100%.
Conclusión: ladies, seamos conscientes. Somos un Maserati, no nos conformemos con un 600. Y ojo, que no hablo de marcas ni de atributos. Que los 600 ahora mismo se están revalorizando. Cada cual tiene su lista y los gustos son únicos de cada persona.
Lo que digo es que, sea un Maserati o un 600, lo elijas sabiendo lo que hay, lo que te brinda, las velocidades y las garantías que ofrece. Porque sólo así, podrás salir del concesionario sabiendo que has elegido bien, que has hecho una buena compra.
Que el coche está diseñado para correr, no para frenar. Si la energía y el tiempo que inviertes no compensan el gasto en gasolina y mantenimiento, vete andando. Tienes dos piernas, es todo lo que necesitas. A veces llegar más lejos no está reñido con ir más rápido 😉