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Y cuando hablo de fingir, me refiero también a omitir. Aparentar, disimular, llámalo X. Mentirijilla. Piadosa o no, pero fake al fin y al cabo. Cuando te preguntan si has llegado, si te ha gustado. Y dices que sí. Cuando por dentro estás pensando “la verdad es que no”. Lo que habría que preguntarse es: ¿nos estamos haciendo un favor o estamos yendo en nuestra contra?

Mis conclusiones:

  1. Lo que no comunicamos, no existe

Quizás si es un tío “de una noche” te dé un poco igual, lo pases por alto. Ahora bien, con nuestra pareja o chico con el que te ves habitualmente, deberíamos tener la confianza para hablar, comunicar, expresarnos, guiar, indicar… Porque ellos no son adivinos.

  1. ¿Somos madres de nuestras parejas?

Una de las respuestas más comunes que se dan es “fingir por no herir sus sentimientos/orgullo/ego”.

Primero de todo, ellos no deberían poner su autoestima en nuestras manos. Y si lo hacen, es cosa suya. Lo cierto es que no nos han dicho que se sientan mal o frustrados si no llegamos. ¿Por qué lo damos por hecho?

La segunda cosa es… ¿Por qué nos preocupa poder herir su orgullo? ¿estamos sobreprotegiendo a ese niño que vemos en el otro? Pobrecito, no se vaya a sentir mal… Hay que ser bondadosas, hay que ser complacientes… ¿estamos actuando en modo “cuidadoras”? ¿nos sentimos culpables?

Y ahora me diréis: ¿qué dices, tía? Estás chalada… A ver, no digo que lo hagas conscientemente pero creo que este rol está impregnado en nuestro adn, como si se nos hubiera transmitido culturalmente.

Dime una cosa: tú alguna vez has quedado con un chico y has pensado en ponerte planos porque él era algo más bajito que tú? Puede que ni siquiera lo hayas pensado conscientemente pero has elegido unos planos. ¿Por qué lo has hecho? ¿Lo has hecho por ti o por él?

Seguramente no sea relevante para ti. Pero has hecho el proceso mental de descartar los “tacones” y has elegido los planos. ¿Por qué? ¿Para que él se sienta más cómodo y seguro? A veces intentamos no acomplejar a los hombres, no opacarlos, no dejar al descubierto sus dudas o debilidades. No digo que esté bien o mal. Sólo digo que es algo curioso y que pensemos si no hay en nosotras por ahí ese rol asomando de vez en cuando.

  1. “Es que me cuesta llegar”

En muchísimas ocasiones nosotras no llegamos al orgasmo cuando estamos con otra persona. Pero nos cuesta más bien poco llegar por nosotras mismas. Luego no es que tengamos un problema.

Supongo que, con otra persona, estás menos relajada. Más aún las primeras veces, si no hay mucha confianza, si no sabe qué te gusta, si no sabe muy bien cómo excitarte o tocarte.

Súmale que tú estás pensando en esto y lo otro, analizando cada postura y cada detalle, que no se me vea este michelín así o asao.

Ahora vamos con las películas mentales que te montas, tu diálogo interno:

“Ya lleva un rato complaciéndome, ¿no? Uy, pues voy a cambiar. No vaya a pensar que soy una estrellita de mar y me quedo de brazos cruzados”

Añádele algún complejo que tengas y algún pensamiento que te venga a la cabeza tipo “mierda, ahora va a descubrir mis (inserta aquí tu complejo)

Ahora coges todo eso, lo agitas y, ¿qué tienes? Pues mucho ruido mental, amiga. Y así, no hay Dios que llegue al orgasmo.

Quizá deberíamos relajarnos, no pensar tanto, dejar de darle vueltas a la imagen que estamos dando (¿estaré siendo demasiado light? ¿Muy salvaje/femme fatale/una*****?

Ahora bien…

Otra cosita que me parece importante tener en cuenta. Nosotras, en general, necesitamos tiempo para llegar. La pregunta, es ¿están ellos dispuestos a dárnoslo? Porque una vez que ellos alcanzan el clímax, se tiran a la cama extasiados y nosotras simplemente lo pasamos por alto. “Bueno, he disfrutado del proceso”, nos decimos…

A ver… Está claro que hay que desmitificar el orgasmo. Que una relación sin orgasmo no es una relación incompleta. Que hay mil maneras de disfrutar y que se puede jugar y pasárselo bien sin alcanzar “la ansiada zanahoria”.

Pero yo quiero ir un paso más allá. Cuando “no llegar” se vuelve costumbre… ¿Deberíamos hacer autocrítica? ¿Deberíamos “dejarnos hacer”? Y si eso supone que tengan que invertir 15, 20, 30 ó 40 minutos… Pues, ¿por qué no, cuál es el problema? Porque creo que muchas veces nosotras mismas frenamos el propio proceso como por ahorrarnos tiempo. Y la pregunta para ellos es, ¿estáis dispuestos a concedernos ese tiempo?

  1. Fuckear porque toca

Porque a él le apetece. Y a ti no. A ti te da pereza. Te aburre, literalmente. Pero claro, te ves “obligada” a dárselo en “cierta dosis” para llegar a un punto medio, a un equilibrio.  

Aclaremos que no te apetece con él, no es que tú seas asexual. Que si viniera aquí (inserta el nombre de alguien que te encante) verías tú si te activabas.

Seguramente sea el caso de parejas que ya llevan mucho tiempo, han experimentado una pérdida del apetito sexual, han entrado en una rutina…

Claro, desde aquí es difícil llegar al orgasmo. Porque tú ya estás empezando algo con desgana, queriendo terminar rápido y quitártelo de encima. Es como los deberes que nadie quiere hacer. Cuando el sexo debería ser algo divertido, no algo que “hacer porque toca”.

Esto para mí ya es un poco otro tema, la verdad. Y habría que plantearse si:

  1. a) La sexualidad puede estar en un segundo plano sin que eso suponga más problema para ti
  2. b) Hacer algo diferente para “reactivar la llama”
  3. c) Plantearse la relación porque el sexo es un pilar importante en mi vida y no lo estoy disfrutando

5. Fingir por miedo

Hay mucho miedo en los encuentros íntimos entre pares. Hay miedo a no rendir y a que su herramienta en potencia no funcione, en el caso de ellos (“hoy me he corrido más rápido de lo normal, ¿no?, te dicen).

Y miedo tuyo a ser vista como tal o cual cosa. A veces incluso te creas una coraza, una máscara. Y esa coraza te impide disfrutar del placer de poder mostrarte en todas tus caras. Porque puede que un día te apetezca más salvaje y otros, más lento. Y está bien, no hay nada de raro.

Y si esa persona sólo quiere ver una de tus partes, es que ahí no es.

Utilizamos el sexo por muchos motivos. Y no siempre es por diversión, placer o excitación. También es intimidad.

 

  1. Cuando el método es previsible 

Ir directamente al tema. Siempre igual, de la misma forma. Aburrido, monótono. Te puede gustar el pollo pero si lo comes 7 días a la semana cocinado igual pues oiga, te hartas.

Creo que a veces se nos olvida que el sexo no es un destino, es un viaje. No es llegar a Barcelona desde Madrid en 4horas. Puedes hacer una parada a mitad de camino y ver qué plan por allí.

Preliminares, crear ambiente, juegos, seducción, juguetes, roles, ropa y puedes subir el nivel, hasta donde tu imaginación llegue.

El placer no es exclusivo de la penetración o las posturas. El placer se puede obtener de muchas formas. Sentimos placer egocéntrico cuando nos vemos dando placer, ves que al otro le gusta y eso te excita a ti también.

Sentimos placer de rol, al representar ciertos papeles, entrando en juegos de dominación/sumisión; jugando a ser “otro” por un momento.

Y también sentimos placer visual, nos excitamos a través de los ojos. En el caso de los hombres este placer visual viene por la experiencia de ver un cuerpo penetrado que se retuerce o gime y esto también tiene que ver con esa necesidad suya de “validación”; de poder, de sentirse poseedor (y que deberían trabajarse en algunos casos, pero esto ya es otro tema)

Y aquí creo que es necesario también recordar que los límites los marcáis los dos. Si tú no te sientes cómoda haciendo según qué prácticas, de nuevo: comunicación. He visto chicas aceptando intercambios por complacer a su pareja. A ver… Si tú quieres, te apetece probar y te mola, pues goa head. Pero aceptar sí y sólo sí por complacer al otro… I mean… Baraja tu coste emocional, tú también eres parte del plan.

7. ¿Qué importancia le das al orgasmo?

No fingiríamos orgasmos si no sintiésemos que hay algo erróneo en mí o en el otro por no haber culminado.

Si le diésemos al orgasmo la importancia que tiene, la justa y necesaria, podríamos estar tranquilos y no habría necesidad de fingir.

Llegar no siempre implica disfrutar más. Ni la persona que te provoca más orgasmos es la persona que te hace vibrar en todos los sentidos. Seguramente hayas podido experimentar en una noche más de uno y no haber vuelto a quedar con esa persona jamás.

8. En conclusión

Fingimos por muchos motivos. Y esto es así porque… Utilizamos el sexo con distintos fines también. Por divertirnos, por encontrarnos con nosotros mismos, por validar quiénes somos, para demostrarnos, para buscar intimidad y dejar asomar nuestra vulnerabilidad también.

Por validación: “llegar al orgasmo es lo que me da el sello de garantía o de calidad. Si no llego, no soy válido. Entonces, tengo que fingir”

Por culpabilidad: “estar en pareja supone hacer renuncias y, aunque no me apetezca, tengo que sacrificarme para que él disfrute. Si no le doy sexo, me dejará y no encontraré a nadie mejor. Es lo que toca, aunque no tenga muchas ganas”

Por miedo: “si no le sigo satisfaciendo de esta manera, se cansará de mí”

Por remordimiento: “si le comunico que no me gusta, me siento mala persona”

Por protección: “no quiero herir sus sentimientos”

Por vergüenza: “soy rara”, “hay algún fallo en mí”

Revisemos nuestras creencias limitantes, nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestros traumas, nuestras obsesiones, nuestros prejuicios, nuestras relaciones. Porque, al final, fingir viene a consecuencia de todo ese ruido mental que tenemos en nuestras cabezas.

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